Denuncia
la proliferación de armas y muestra la única alternativa a la barbarie: La
cultura del encuentro
“¡Este
es un viaje de unidad y fraternidad!”. Así se expresaba el Papa Francisco a los
periodistas nada más partir del aeropuerto de Fiumicino en Roma, y esta frase
fue el núcleo central de su viaje a El Cairo. La llamada al mundo musulmán
a construir juntos sociedades estables y pacíficas basadas en la convivencia
religiosa es ya el centro de su breve visita a Egipto.
El
Santo Padre realizó una visita de cortesía al Gran Imán de Al-Azhar, la
institución más alta de educación religiosa y teológica islámica Sunita en el
mundo, y la más antigua universidad islámica. Allí fue recibido por el Gran
Imam Ahmad Al-Sheikh Tayeb y tras un intercambio de regalos se dirigió para
participar en la Conferencia Internacional de Paz.
Allí
lo dejó muy claro: “Sólo la paz es santa y ninguna violencia puede ser
perpetrada en nombre de Dios porque profanaría su nombre”. Papa Francisco
incidió mucho en cómo la violencia “es la negación de toda auténtica
religiosidad”.
“Como
líderes religiosos estamos llamados a desenmascarar la violencia que se
disfraza de supuesta sacralidad, apoyándose en la absolutización de los
egoísmos antes que en una verdadera apertura al Absoluto” y continuaba en
el núcleo central de su mensaje: “Estamos obligados a denunciar las violaciones
que atentan contra la dignidad humana y contra los derechos humanos, a poner al
descubierto los intentos de justificar todas las formas de odio en nombre de
las religiones y a condenarlos como una falsificación idolátrica de Dios”.
Su
profundo discurso comenzó con el reconocimiento de Egipto como “Tierra de
civilización”: “En Egipto ha brillado la luz del conocimiento, que ha hecho germinar
un patrimonio cultural de valor inestimable, hecho de sabiduría e ingenio, de
adquisiciones matemáticas y astronómicas, de admirables figuras arquitectónicas
y artísticas”.
Y
añadió que no son cosas del pasado, sino que son cuestiones del futuro: “La
educación se convierte de hecho en sabiduría de vida cuando consigue que el
hombre, en contacto con Aquel que lo trasciende y con cuanto lo rodea, saque lo
mejor de sí mismo, adquiriendo una identidad no replegada sobre sí misma”.
Sobre
esta sabiduría explicó que “aprende que del mal sólo viene el mal y de la
violencia sólo la violencia, en una espiral que termina aislando”. Asimismo
afirmó que en el campo del diálogo interreligioso “estamos llamados a
caminar juntos con la convicción de que el futuro de todos depende también del
encuentro entre religiones y culturas.”
Para
que se produzca este diálogo, continuó el Papa, se deben conjugar tres
indicaciones: “el deber de la identidad, la valentía de la alteridad y la
sinceridad de las intenciones”. “La única alternativa a la barbarie del
conflicto es la cultura del encuentro” y pidió acompañar y hacer madurar en los
jóvenes que al mal hay que responder “con el paciente crecimiento del bien”.
Papa
Francisco reconoció que se trata de un desafío “urgente y emocionante” para
cristianos, musulmanes, y todos los creyentes: “La religión no es un
problema sino parte de la solución”.
Se
refirió al mandamiento “No Matarás” y explicó que “todas las religiones están
llamadas a poner en práctica este imperativo, ya que mientras sentimos la
urgente necesidad de lo Absoluto, es indispensable excluir cualquier
absolutización que justifique cualquier forma de violencia. La violencia, de
hecho, es la negación de toda auténtica religiosidad”.
“Sólo
la paz es santa ninguna violencia puede ser perpetrada en nombre de Dios porque
profanaría su nombre”, incidió el Papa que mostró “un «no» alto y claro a toda
forma de violencia, de venganza y de odio cometidos en nombre de la religión o
en nombre de Dios. Juntos afirmamos la incompatibilidad”.
Durante
su discurso mostró que la tarea de las religiones en este campo es “la de rezar
los unos por los otros, pidiendo a Dios el don de la paz, encontrarnos,
dialogar y promover la armonía con un espíritu de cooperación y amistad.”
Llegado
a este momento, Papa Francisco realizó su más fuerte y redundante
denuncia: la utilización y la venta de armas: “No sirve de mucho levantar
la voz y correr a rearmarse para protegerse: hoy se necesitan constructores de
paz, no provocadores de conflictos; bomberos y no incendiarios; predicadores de
reconciliación y no vendedores de destrucción”.
Papa
Francisco también tuvo palabras para los populismos demagógicos: “que
ciertamente no ayudan a consolidar la paz y la estabilidad. Ninguna incitación
a la violencia garantizará la paz, y cualquier acción unilateral que no ponga
en marcha procesos constructivos y compartidos, en realidad, sólo beneficia a
los partidarios del radicalismo y de la violencia”.
“Es
necesario detener la proliferación de armas que, si se siguen produciendo y
comercializando, tarde o temprano llegarán a utilizarse. Sólo sacando a la luz
las turbias maniobras que alimentan el cáncer de la guerra se pueden prevenir
sus causas reales”, denunció fuertemente el Papa Francisco.
Alvaro Real
Fuente:
Aleteia